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divendres, 11 de març del 2011

La Obra

De repente un día, todo comenzó de nuevo. Los rayos del sol impactaban en su rostro. Una leve brisa recorría la silueta de su sonrisa. Sus pasos volvían a pisar con suavidad el perfil de los adoquines que cubrían las aceras.

Y respiró profundamente. Hinchándose de aire nuevo del que disfrutar. Inhalando un sinfín de aromas tan antiguos en su memoria… Aromas que habían quedado enmascarados entre humedades y oscuridad. Y sonidos escondidos en el recuerdo sepultado por el chirrido de las cadenas y los golpes férreos de las puertas sin tiempo. Tiempo…

Caminaba con paso inseguro, sutil, ligero; agazapado en las sombras de los edificios. El tiempo que no permitió desentumecerse las piernas. Un cosquilleo incesante subía y bajaba desde la pelvis hasta la planta de los pies. Y cada paso que daba se le antojaba cual faquir representando el truco de los cristales rotos. Pero él no era un faquir, ni aquello ningún embeleco para abstraer a las multitudes crédulas, faltas (o sobradas) de fe. Ni faquir ni mártir. Ni persona. Al menos hasta ese día, que comenzó un nuevo ciclo bíblico en su desestimada vida.

Aprendió a creer en lo increíble. A rozar lo impalpable. A pensar lo indecible. Y esas hojas que aprendió de memoria le dieron aliento a creer en más allá de los muros. Y otra vez el tiempo…

Veinte años. Largos. Lentos. Solitarios y, ahora ya, recientemente obsoletos. Y se alegró de pensar en ello. Aunque el recuerdo inmediato siguiera supurando por las cicatrices de su cuerpo. Debía encontrar pronto un lugar para lavarse a conciencia. Bautizarse una vez más y alejar los pecados que resistían perennemente tatuados en su piel. Borrar el telón del acto final y empezar una nueva obra.

Su Obra. La que aprendió durante esos veinte largos años y que descubrió en el interior del libro revelador que sujetaba bajo el brazo. Deseaba poder mostrar al mundo su cambio. Su esfuerzo. El nuevo aliento que refinó gracias al guión de su Obra. Llamar a voces al perdón de los que le señalaron con el dedo. Pedir a gritos la clemencia hacia los que erró. Propagar la Palabra que le ayudó a desvincularse de un maligno que encontró en su sangre la manera más eficaz de llegar hasta su alma. Un alma intoxicada por el desgaste de los años vividos en la crueldad de una ciudad que nunca duerme. Que respira de noche y se queja de día. Que no descansa el Mal en ella mientras el Bien se apiada de los que perdieron una partida comenzada desde que abandonaron el útero materno.

Es la Vida, pensó mientras seguía avanzando por la acera. Esa Vida que uno te da y el otro te quita. Una vida que no hace más que abrirte cicatrices que nunca acaban de cerrarse del todo; ni de desaparecer. Siempre queda una señal. Una marca en algún lado que ejerce de recuerdo hacia tu persona. Y tú dejaste muchas marcas. Muchas cicatrices. Y muchos recuerdos.

Recuerdos que siempre vuelven. Que nunca desaparecen aunque queden resguardados de la luz, de la memoria o de la Vida.

Al doblar la esquina vio una caja de madera en mitad de la acera y un tumulto de gentes aglutinadas en todo lo ancho del callejón. Y allí vio la oportunidad de proclamar al gentío su Obra; la que le ha cambiado el alma más allá del terreno llano. Allí, en ese púlpito humilde y espontáneo, fue donde se alzó para aclamar a la masa que le observaba con atención, mullida en un silencio atónito y expectante a la espera de sus francas palabras. Se irguió con solemnidad, alzó la mano que sostenía la Guía y profesó las primeras palabras de su Obra, iniciándola con un grito apesadumbrado que imploraba el perdón.

La muchedumbre lo miró en silencio, acercándose lentamente hasta sus pies.

Uno de ellos embistió con un grueso leño contra su cabeza, que lo dejó exhausto en el suelo. Su rostro quedó boquiabierto. Sus ojos mirando hacia un rincón del callejón. Un lado de su cara se empapaba de la sangre que había depurado durante esos largos veinte años.

Y la plebe se marchó de allí, olvidándolo. Afirmando que, por fin, se había realizado la verdadera justicia.

10 comentaris:

Jan Lorenzo ha dit...

Había encontrado la Palabra, la Obra, pero quizá la sed de Venganza le había encontrado a él y no le había dado tiempo a darse cuenta...

Me encanta volver a estos viejos tiempos ;p

Besines de todos los sabores y abrazos de todos los colores.

Jara ha dit...

Cuando has hablado de la caja lo primero que se me ha venido a la cabeza a sido un ataud, y ahí lo tienes, perdiendo su vida. Justo o no quién sabe...
Ahora si que cierra un telón para olvidar una obra. La de su propia vida.


Está esa parte en la que queda todo claro, y esa otra en la que te invita a pensar que querrás decir exactamente.

un beso petardo.

PD:YA ERA HORA DE VOLVER

Ángelicaladas ha dit...

Alma de predicador frente a la realidad del mundo.
Me hubiera gustado saber el pecado, pero habrá que conformarse con leer la inutilidad del perdón.

Un saludo

Larisavel ha dit...

Yo estaba pensando en un pecado concreto y el final me ha descolocado, tal vez porque yo estaba pensando lo que no era o por lo del leño... o tal vez eso también sea una metafora. De todas formas, como me encanta tu forma de escribir, no me ha decepcionado! Aunque lo tendré que releer, jeje (se que es culpa mia).

Un besitoooo

Shaylee ha dit...

Un relato un tanto intrigante, yo también pensé en cual sería ese pecado tan grande para que acabe así.

Un relato abierto a la imaginación de cada uno.

Un saludo

atenea ha dit...

Así que él intentando demostrar que había cambiado y los demás seguían buscando justicia...

Me encanta como vas describiendo poco a poco lo que ocurre, lo que piensa, lo que recuerda... realmente me tenías enganchada hasta el final.

Besos!! :)

Miriam ha dit...

Y que es la verdadera justicia? Al menos tuvo la oportunidad de pedir perdón, aunque nadie lo aceptara.

Jo estoy emocionada de volver a leeros!

wannea ha dit...

:O yo también al leer lo de la caja pensé en un ataud, muy tuyo el relato, me gusta ver que aunque pase el tiempo, hay cosas que nunca cambian :)

bessos!

Pugliesino ha dit...

Es el peligro de cualquier profeta hoy en día que se pase por este mundo, que hoy hay sitio para la palabra y las obras atrapadas en una burbuja :)

Y el de lo nuclear hablando de apocalipsis... se merecía ese final.

Un relato inquietante que se mantiene en pie en todo momento, muy bueno Hell

Suseya ediciones ha dit...

Puedes cambiar y mejorar, puedes hasta perdonarte a ti mismo, pero no puedes esperar lo mismo de los demas.
Buen relato.
Un saludo del bardo