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dilluns, 11 d’abril del 2011

Flores en el bidé.

Contó hasta tres y desapareció, no dejando más señales que el rastro olvidado de un perfume inconfundible, y un recuerdo a deseo impúdico tras cortinas libertinas de gasa roja.

Quizá no fuera el tacto sedoso y aterciopelado de sus muslos, que mis manos recorrían en silencio mientras de sus labios emanaban las mil y una historias fantásticas de sus propias vivencias en otros lugares. Quizá no fuera tampoco la sinuosa silueta que, perfectamente recortada a contraluz, una luz obscena y tenue, que pendía sobre nosotros esas noches de encuentros ilícitos, se movía lentamente al son de la respiración.

Fueron noches de corsés de difícil acceso y medias resbaladizas. De tirabuzones pelirrojos enredados entre mis dedos. De risas pícaras y copas de Champagne goteando sobre su cuerpo, impregnándolo de aromas y sabores dulces y ácidos. Como era ella.

Roces de cuerpos viciosos, de sudores pornográficos, de miradas sin ser vistas. Ahora veo tu alma a través de tus ojos. Ahora los esquivo hacia la araña que pende de la esquina, sin dejar de moverme al ritmo que me obliga tu cuerpo. Un cuerpo esculpido de curvas carnosas y vientre liso, de sabiduría amatoria madura pese a la ternura de unas carnes bien joviales, bien cuidadas. Eran tiempos en que los años no habían mermado aún ese cuerpo de diosa griega. Ora fría, como ella, ora tangible y acalorada. Y sus prietos músculos y carnes se ablandaban con el paso de la noche, con el fruncir de la almohada, hasta que volvían a contraerse antes de aguantar el chillido que ninguna habitación contigua deseaba escuchar, que no fuera el suyo.

Las ceras derretidas de velas ambientales. La música esculpida en pesados vinilos, que una aguja rascaba por entre sus surcos para ser escuchada por la campana de un viejo gramófono. Mis dedos eran agujas. El pliegue de su cuerpo los surcos. Y el jadeo entrecortado esa música que salía de nuestras bocas, la música acompasada que llenaba aquella habitación.

Siempre la misma.

Simple. Llana. Sin más objetos que una cama, una mesita y una silla donde colgar la ropa. Acompañada de un baño igual de simple que la estancia idílica de aquellas cuatro paredes sin nada que decir, pero mucho que callar. Un baño frío y terco donde un olvidado bidé cobraba vida cada vez que salía el sol. Y todo el conjunto bajo una luz, tintineante, según la noche, que transformaba el ocre de las paredes en color tabaco del cigarrillo de después... y un cómplice gramófono.

Esa noche llegó y me miró a los ojos como nunca antes lo había hecho. Y finalizando su discurso con un “–… lo siento”, contó hasta tres y desapareció.

Han pasado muchos años. Mucho tiempo. Pero el recuerdo y la nostalgia me visita de vez en cuando. Sobretodo este día, tan grabado en mi piel, que me excita la memoria y mis poros destilan esos aromas y recuerdos olvidados.

Hoy, como hace casi veinte años, volveré a cambiarle las flores, cuando su marido abandone el cementerio.

7 comentaris:

Roc ha dit...

Pensé en una historia de pasión de los años veinte o treinta.
He podido hasta oler el flujo de sus cuerpos entregados al placer sin límites, pero esta vez no imaginaba ni por asomo que acabarías matándola...
Matándola, porque para eso eres tú su creador. A lo mejor la pilló un coche nada más salir de ese cuchitril donde viviais vuestra historia de sexo ilícito...
Me ha gustado tu relato.

Pugliesino ha dit...

Trazas primero el surco de su presencia, deslizándonos a través de su cuerpo y esencias, carne, piel, sentidos. Luego podemos palpar las paredes, oler el tabaco, ver el parpadeo de la luz, y finalmente sentir el frio mármol de su tumba.
Me gustó ese recorrido desde el cercano tacto hasta la lejenía del recuerdo, y el hermoso trato a la palabra en su variedad y agil lectura.

Un abrazo!

Jan Lorenzo ha dit...

Sensualidad, pasión, lujuria y sexo, nos brindas un relato lleno de los más básicos instintos sin llegar a ser tosco. Un relato que deja un gusto amargo en los labios, pero que recordando el principio, te hace saborear los momentos vividos.

Sigue así, porque me encanta venir cada semana a leerte.

Besines de todos los sabores y abrazos de todos los colores.

Roc ha dit...

Por supuesto que no resultas nada descortés Hell, sino todo lo contrario. Te agradezco la corrección, porque de siempre he tenido problemas con esa palabreja que a mi me parece que merece ser escrita con b. Me pasa como a Valle Inclán con la palabra ermita, que él la escribía con h y decía que era una palabra tan hermosa que sin h no le sonaba bien...
Yo escribo siempre en wordpad, que no tiene para corregir y tengo la mala costumbre de no pasar lo que escribo por ningún corrector, pero no sólo lo que escribo en los blogs, sino tampoco ninguna noticia de las muchísimas que cuelgo a diario en el periódico.
Malos hábitos que tengo que corregir, porque me puede pasar como en esta ocasión y yo soy una acérrima defensora del español escrito lo más puro posible y sin faltas ortográficas.
Muchas gracias y siempre que veas un error dímelo por favor.

Jara ha dit...

Le falta más sexo al relato :P

Todo el principio me ha encantado, igual el final me lo he esperado, ya te voy conociendo. Cualquier día sabré cual es la frase justa con la que acabes.

atenea ha dit...

Me gusta :) porque nos metes de lleno en la historia describiendo al detalle esos encuentros furtivos que contrastan con la simpleza y frialdad del escenario donde tenían lugar.

También me gusta el final... a pesar de la decepción que surge al ver que esa relación acabó y que ella ha muerto, nos dejas con un buen sabor de boca sabiendo que él no la ha olvidado y sigue llevándole flores a su tumba.

Genial, como siempre ;)

Besos!!

Rebeca Gonzalo ha dit...

Me gusta la pasión carnal y ese poso de nostalgia al final del texto. De lo poco que te he leído, éste es para mí el texto que más me ha llegado. ¡Genial!