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dilluns, 30 de maig del 2011

En el alféizar.

Veía llover a través de la ventana escuchando el sonido que producían las gotas al impactar contra el cristal. El agua que quedaba adherida a él transformaba la visión en una suerte de espejismo de unas calles gris cenizo, de unas figuras borrosas escondidas bajo paraguas de colores lampantes, aunque el negro, junto con el gris, era el color que predominaba en la totalidad de la imagen.

Allí sentado en el alféizar estaba fumando tranquilo y pensativo, observando la trashumancia de personas emigrantes de los bares y locales e inmigrantes a sus hogares. La marabunta borrosa que ocupan las calles con su marcha silenciosa, bajo el manto acuoso con el que son rebautizados.

Miraba.

Veía.

Observaba.

Escudriñaba con nostalgia cada paraguas diferente del otro. Cada pie avanzando a su antecesor. Cada coche que alcanzaba un charco junto a la acera y hacía saltar por los aires un oleaje de estanca lluvia hacia esos transeúntes que se giraban para proferir cualquier recuerdo imaginable en honor a su familia. Y todo eso ocurría bajo mi atenta mirada nostálgica, como nostálgica era cada vez que me quedaba en casa, llovía, y no tenía musa a quién escribir.

El tabaco se acababa a la misma velocidad que se me abandonaban las ideas para plasmar en el Gran Blanco. El tiburón del escritor que nada entre las hojas y la mente. Y cuando eso ocurría retornaba al alféizar amigo que soporta mi peso mientras observo a esa inmensa minoría que ocupa mi parcela de visión hacia una calle ceniza, la misma que ensuciaba el pequeño cenicero, como mi estado de creación.

A lo lejos veo aparecer una atrevida sin paraguas, caminando lentamente por la acera, esquivando la masa agazapada bajo las telas. Avanza lentamente sin detenerse. Una mota de luz entre la ceniza extendida que sólo entiende de huidas y trincheras de toldos. Empapado el pelo aplastado contra su cuerpo, arrapada la tela que lleva por camiseta, y arrugada la rosa que sostiene entre sus manos, y que alza hacia mí, deteniéndose, cuando descubre que la observo.

Nos quedamos mirando unos segundos. Sonrió y retomó su camino.

Al fin pude verle el rostro a mi musa.

6 comentaris:

Ángelicaladas ha dit...

Un relato lleno de tonos grises que se ilumina de colores de forma repentina para dejar un buen sabor de boca. Me gustaron tus comparaciones XDDD

Pugliesino ha dit...

No hay que mirar al cielo en busca de estrellas fugaces en busca del deseo anhelado o la inspiración perdida. Basta un momento, inesperado, anónimo, y sucede algo mucho mas que fugaz.

Has escrito un momento maravilloso

Un abrazo y suerte con los exámenes!

Rebeca Gonzalo ha dit...

Precioso. No esperaba ese desenlace. Me ha gustado más si cabe, porque al principio la ambigüedad de los verbos me ha llevado a pensar que era otra persona distinta a ti quien narraba la historia, luego me he llevado la grata sorpresa de lo contrario.

Muy logrado de verdad. Precioso.

Besotes.

Roc ha dit...

Me gusta que le hayas dado un toque de originalidad a tu relato y lo hayas convertido en un universo de color. Me encanta los relatos de lluvia que no invoquen los recuerdos tristes y los desamores vividos.
Sólo me ha faltado que la abrazaras antes de retomar de nuevo su camino. También me gustan mucho los abrazos...
Uno fuerte para ti. Me refiero a un abrazo....

Jara ha dit...

Creo que eres el primero hasta ahora que se sale de ese sentimiento aplastante que nos trae la lluvia y lo has llevado por otro lado, y te lo agradezco, porque aunque me guste, estoy al borde de la depresión.

1 besito guapo.


pd: desde la primera palabra te vi detrás del humo.

Muak

Esther ha dit...

Vaya... pues parece que al final la espera valió la pena ¡Je,je!

Tu relato ha sido como mis ojos, he podido ver vivamente cada instante.

Un saludito.