Amigos enganchados:

diumenge, 8 de gener del 2012

CC73 - Perseguido.


        Abrió la puerta muy despacio y contuvo la respiración. Todo era oscuridad y silencio. Al dar un paso, escuchó el crujir de la madera bajo sus pies. Dio un segundo paso. Y un tercero. Los tablones de madera seguían quejumbrosos a su avance, lento y cauteloso. Un punto de luz tenue apareció de la nada. A Martín se le antojó lejano. Imposible de alcanzar. Al cabo de unos segundo sus ojos se adaptaron a la levedad del claror que se desprendía al final de lo que parecía un túnel estrecho y largo.

Un crujido a su espalda.

Una sombra que se confundía con la oscuridad, a su izquierda.

El roce en su brazo que le puso en alerta.

Y sus pies, desbocados como su corazón, hicieron caso omiso a la cordura, y emprendieron una huída hacia aquella extraña luz. Escuchaba como tras de sí continuaban los crujidos de pisadas que no eran las suyas.

Respiración acelerada.

Su propio gemido de miedo que no lograba disimular.

Atravesó otra puerta entreabierta y se vio rodeado de ganchos colgados del techo, todos ellos libres y ensangrentados. Sentía el frío de aquella habitación tétrica de luz amarillenta. Sorteando los charcos oscuros, no se detuvo y fue hacia una puerta hermética que había en la pared del otro lado.

Escuchó el chapoteo que su perseguidor producía al pisar lo que en un primer momento pensó que debía tratarse de sangre. El tirador de la puerta estaba frío como el hielo. “Como los cadáveres que debían haber estado colgados de aquellos ganchos de carnicero”, pensó. En un último esfuerzo, cuando notaba esa maldita presencia a su espalda, consiguió que el tirador cediera y se abriera la siguiente puerta.

Continuó corriendo.

Su respiración seguía el ritmo frenético de su corazón.

La siguiente habitación era más fría. Los fluorescentes cambiaron el ambiente amarillento por una luz pálida y mortecina, mostrándole las mesas inoxidables que abarcaban ambos lados del pasillo central. Sobre cada una de las mesas había algo oculto por unas mantas blancas. Todas tenían formas que sus ojos reconocían, que su mente interpretaba como algo igual de mortecino que la luz que cubría esos cuerpos, bajo esas sábanas inmaculadas. El hedor pútrido, denso por el frío de la estancia, se canalizó por sus fosas nasales hasta clavarse en lo más profundo de su cerebro. Sus piernas temblorosas flaqueaban en el último intento de llegar hasta el final de aquella última habitación. Sabía que tras aquella puerta de quirófano precintada estaba la salvación. Las luces se apagaron y un chillido surgió de la oscuridad. Acto seguido se encendían y apagaban, se encendían y apagaban… intermitentemente, como si se tratase de una luz estroboscópica. Él avanzaba al mismo ritmo de aquella luz.

Giró levemente la cabeza para mirar de reojo a su espalda. Vio como una figura cubierta con una capa negra le seguía los pasos a cierta distancia y se acercaba a él en una terrorífica ilusión de cámara lenta. Dejó de respirar y se concentró en la puerta, en sus últimas fuerzas y en el último chillido de desesperación que se ahogó en aquella habitación mortuoria.

Al final alcanzó la maldita puerta, que abrió de par en par. Y cuando la luz de un sol espléndido y radiante impactó en sus ojos, se percató que su corazón retumbaba contra los pulmones, y que éstos se hinchaban y deshinchaban espasmódicos. Un profundo mareo se apoderó de su cuerpo y le hizo caer de rodillas al suelo.

La gente se reía detrás de las vallas de contención mientras el hombre de la capa negra le ayudaba a incorporarse, avisando a uno de los guardas del parque de atracciones que llevara al dispensario a aquel chaval asustadizo.

8 comentaris:

Teresa ha dit...

Uff, ¿puedo comentarlo ya? En fin, voy a hacerlo. Has conseguido que dejen de atraerme definitivamente los parques de atracciones, ¡o que los busque precipitadamente! Me he olvidado de la música de fondo y he pisado la sangre, ¿era sangre? Para mí un buen relato es el que hace invisibles las palabras. Las tuyas he dejado de verlas casi desde el principio. Un saludo.

Malena ha dit...

Es tan real, que he sentido miedo de verdad. Por eso nunca he sido amiga de las casas del terror y cosas parecidas (bueno, por eso y por otras causas fisiológicas que no vienen al caso).
Siempre es un placer leerte, aunque me encojas el estómago de miedo ;)

Jan Lorenzo ha dit...

jajajaja, Según te iba leyendo se me ocurrió un final espléndido para el relato y pese a no ser el mismo, el resultado de sorpresa final es exacto. Mantienes la tensión hasta el final y después dejas boquiabierto al que pase a leerte.

Besines de todos los sabores y abrazos de todos los colores.

Pugliesino ha dit...

La cautela perseguida por la tensión que a su vez es perseguida por la angustia que corre delante del miedo que huye de la desesperación!
Así, con un ritmo frenético in crescendo, creas ese frenesí que va devorando renglones y es un placer degustarlo!

Por supuesto con unos \=/ \=/ :)

Un abrazo!

Rebeca Gonzalo ha dit...

¡Qué bueno! Me has engañado completamente. Primero creí que estaba en algún edificio oscuro y medio en ruinas; luego he pensado que estaba en un tanatorio; luego en un hospital y al final nos desvelas que es una atracción de feria. Buenísima la recreación de la atmósfera y perdón pero cualquiera se hubiera asustado como el pobre chaval, eh...

Besotes.

Charlie P. Raven ha dit...

Creo que cualquiera que haya entrado en una de esas atracciones se sentirá identificado... ahora imagínate yo que me llamo Martín, jeje.
Pensaba que era un sueño o algo así, ¡pero me ha agradado la sorpresa!

atenea ha dit...

¿Un parque de atracciones? jajaja pobrecillo, sí que lo estaba pasando mal...

Me ha gustado mucho mucho mucho, que lo sepas. Nos metes de lleno en la historia para que nos sintamos un poco como el prota para acabar sorprendiéndonos con el final. Genial :)

Besos!!

Sara ha dit...

Cómo comprendo a tu protagonista, a mí me tendrían que drogar para que entrara en un sitio de esos y preparar una UVI móvil en la puerta para salvarme del posible infarto XD.
Transmites con mucha fuerza y realismo las sensaciones de la persecución. Genial la vuelta de tuerca.

Un saludo!