Amigos enganchados:

diumenge, 22 de gener del 2012

CC75 - Confesiones.


Hay vergüenzas que un hombre debería llevarse a la tumba, pero no será este mi caso. En esta carta voy a explicar la verdad. Toda la verdad. Sé que a algunos les dolerá y que otros no lograrán perdonarme ni comprenderme; aunque lo siento.

Todo comenzó en el parque, cuando Marta se sentó a mi lado, llorando, porque su padre no dejaba de gritar a la madre. Marta y sus padres vivían dos casas más allá, hacia el final de la calle. Me confesó que él siempre estaba discutiendo porque su nacimiento, el de Marta, no había sido el deseado. No podía soportar que la niña naciera con esa enfermedad. Pobrecilla… Me caló tan hondo que quise poner remedio a la situación. Así que Marta fue la primera.

Después vino Carla, con un caso similar. Esta vez era su madre. Consiguió que su marido firmara el divorcio porque éste se pasaba mucho más tiempo en el trabajo que en su propia casa. Todo llegó a partir del accidente. La madre, harta de vivir esa situación, conoció a otro hombre, y después del primero vinieron otros. El problema era la propia madre, que se desvivía por conseguir a un hombre que soportara el cruel rostro con el que había quedado Carla después del fatal suceso; pero cuando esos pretendientes descubrían que la causa de todo provenía por su adicción a las drogas, las abandonaban. Carla me lo explicó una tarde, en el parque. Se convirtió en la segunda.

Al cabo de una semana apareció Silvia. Se acercó al banco donde estaba yo sentado, leyendo el periódico. Yo pensaba que se había acabado el problema en el barrio, pero ella me hizo comprender que no. El caso de Silvia fue uno de los peores. Al acercarse, pude ver que una gota de sangre resbalaba por una de sus piernas, y que su rostro compungido no quería decirme la verdad. Pasado un rato, cuando se tranquilizó, logré averiguar que su tío Fermín abusaba de ella los domingos por la mañana, mientras sus padres iban a la ciudad a comprar. Silvia estaba amenazada, y recibiría algo peor si contaba a sus padres lo que ocurría. Me lo confesó a mí, mientras su madre balanceaba a su hermano pequeño en el columpio. Suerte que ellos me conocían, y eso la convirtió en la tercera.

Las otras dos ya no lo recuerdo bien. No sé si Gema era la chica de trece años a la que su propio padre prostituía; o bien era Inés. O era ésta última quien iba en silla de ruedas y tenía trece años y Gema era la niña que utilizaban en el bloque de enfrente.

Bueno. Digamos que Inés era la chica de la silla de ruedas. Cada tarde se acercaba al parque cuando su madre recibía algún cliente. Sí. Inés era la chica de trece años. Lo recuerdo porque sabía perfectamente lo que ocurría en el piso cuando su madre la mandaba al parque. Siempre se cruzaba con un hombre diferente en el rellano de la escalera. Sabía lo que allí pasaba porque después que el hombre se fuera del piso, su madre llegaba a casa con una bolsa bien cargada de comida. Digamos que Inés fue la cuarta.

Y Gema, niña dulce de apenas seis años, con rizos dorados y ojos azules. Vivía en el séptimo piso del bloque de delante del parque. Eso sí que lo recuerdo. Su padre fumaba en el balcón, siempre hacía lo mismo, hasta que un coche llegaba. Del coche descendía un hombre cualquiera. A veces el mismo; otras, no. Entonces su padre desaparecía del balcón durante un rato. Y cuando se asomaba de nuevo, encendía un cigarrillo, se secaba las lágrimas y se despedía de Gema saludando con la mano. Gema y el hombre subían al coche y se marchaban. A veces les veía volver. Entonces el padre estaba abajo, en el rellano de la entrada, esperándola. La niña, cuando descendía del coche, corría llorando para abrazar a su padre. El coche volvía a desaparecer. Gema fue la quinta y la última; y la única que no vino a explicarme su problema al parque. A Gema la fui a buscar yo una tarde, a pie, al portal de su casa, y se despidió de su padre, que estaba fuera en el balcón, fumando y secándose las lágrimas. Como he comentado antes: fue la quinta y la última; y la única que me costó dinero.

Así que ya sabéis por qué ocurrió todo. El cómo, prefiero no explicarlo, pues me llevaría mucho tiempo exponer unos detalles que no agradarían a nadie. Digamos que… fueron salvadas de sus padres, y de sus futuras y desgraciadas vidas.

Os pido, ahora que ya sabéis la verdad, que reconsideréis las penas impuestas a los que ahora están en la cárcel. Ellos no eran conscientes del sufrimiento de esas niñas. Son inocentes. Todos, salvo Fermín y el padre de Gema, porque si bien ellos no están implicados, son culpables de otros delitos.

Siento haber causado problemas para la recuperación de los cuerpos, pero no podía permitir que me apresarais mientras otras niñas del barrio estaban sufriendo por culpa de sus padres. No soy un salvador ni un justiciero. Soy un ser humano con corazón, aunque no lo crean.

En el jardín de mi casa, bajo el rosal, encontrarán las cinco cabezas de las niñas; junto a ellas verán una cajita de madera con una llave en su interior. Esa llave abre la puerta de la buhardilla de mi casa.

Por favor, antes de nada, llévense a mi mujer y a mi hija fuera de la casa, lejos de allí, para que no vean salir mi cuerpo en el ataúd.

Muchas gracias.

J. d’Anjou.

10 comentaris:

Rebeca Gonzalo ha dit...

¿Las mató para liberarlas? ¡Puf, qué duro y complejo! El final me ha sorprendido. Muy bien contado Jerome je, je.

Besotes.

Hell ha dit...

Es que no se me ocurría nada más. Salió así, sin pensar. Y ahora que lo vuelvo a releer, hay un montón de fallos que debería corregir. Quizá... para otra ocasión. ;)

El mundo de Yas (Andrés) ha dit...

Ahí, en este tipo de cosas es donde entra la ética de cada uno de nosotros. Para el protagonista el es un héroe aunque en el fondo sabe el mal que ha hecho. Para los demás seguramente un asesino en serie. Pero me gusta porque enseñas la parte éticamente correcta del personaje, su confesión. Felicidades. Mundoyás

Jara ha dit...

¿Las salvó? supongo que sí, al menos dejaron de sentir...
Lo que no soporto de estos casos es que ellos acaben matándose también grrr.

Teresa ha dit...

Ahora sé por qué soy adicta a las cosas hermosas, tal vez para olvidar que en el mundo suceden otras que seguramente querríamos cambiar de algún modo. Creo que tu historia podría haber comenzado desde la frase del jardín, con esos detalles que dices "no contar porque son demasiados". Me parece,de todos modos, que la idea es buena. Y si comienzas desde el jardín hacia abajo y continúas, quizá sería interesante descubrir qué pasa. Un saludo.

Pugliesino ha dit...

Da mas miedo en tu relato la breve reseña al sistema judicial que el asesino, tal vez sicópata, o puede que mitad alimaña mitad escoria, que poseidos por la sinrazón actuan con justificaciones.
Un sistema que interpreta mal la ceguera de la Justicia siendo ciego ante la realidad.
Un relato que puede estar escribiéndose en cualquier jardín de nuestras ciudades.


\=/ \=/ por un mundo mejor quillo! :) Un abrazo! Puxaaa

Anònim ha dit...

Buff, sorprendente final. Algo inconexo a lo
Largo de la historia, según vas leyendo, aunque el final lo enmarca muy bien. Duro por otro lado.

Muy interesante.

Un saludo de otro cuentacuentos. Da gusto volver :-)

www.utopiadesueños.com.es

Jan Lorenzo ha dit...

De un modo sádico, aunque algunos dirían que poético, las salvo... Las salvó de más dolor y sufrimiento, aunque las privó de la felicidad, porque algún día conseguirían encontrarla y eso borraría todos los malos momentos...

Besines de todos los sabores y abrazos de todos los colores.

Malena ha dit...

Todo asesino tiene un motivo para cobrarse una vida, si lo vemos desde su punto de vista hasta podría parecer que la intención inicial era buena. Sin embargo, hay cosas que no admiten más que una interpretación universal y es que nadie tiene derecho a decidir cuando termina una vida.

Por eso me siento dividida entre sentimientos contrapuestos. Y creo que el relato, en el fondo, pretendía eso al presentar dos temas éticos tan opuestos. Felicidades por ello, lo has conseguido.

atenea ha dit...

Madre mía, vaya una confesión!! Pero eso de que las salvó... mira que no había otras formas, ¿eh? jajaja

Muuua! :)