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dimecres, 4 de gener del 2012

Niña del pasado


Al desvestirse no sólo se despojó de sus ropas, también la desnudez de su cuerpo quedó despojada de la timidez que siempre la había traicionado. Esa timidez que la arropó desde niña hasta el momento de su paso a la gran madurez. Así lo pensaba ella, ahora. Después de un largo tormento inacabable, pues se sentía esclava de sus silencios. Y ellos…

Ellos nunca la quisieron comprender.

—¿Por qué?

—No sé… no puedo.

—¡No dejarás nunca de ser una niña!

“Niña”. La palabra que cambió. La palabra que la acompañó a lo largo de muchos años, haciéndola sentir especial, protegida. Mas tarde fue la culpa, el insulto y la inseguridad. En ese momento ya sólo quedaba la integridad de su cuerpo.

“Niña”.

La niña perdió la timidez, despojándose de sus ropas de mujer adulta, segura y, por qué no, siendo demasiado tarde, ramera.

Y ese cuerpo desvestido, despojado de ropas, timidez y vergüenzas, despojado y desposeído, que se dejaba hacer. Sus ojos apretaban el miedo. Sus labios tensaban los pensamientos y recuerdos veloces. Su mente viajaba entre las páginas envenenadas de Kafka, gimiendo por su propia metamorfosis. La niña dejó de serlo gracias a los capullos. Y el veneno de esas páginas se convirtieron en dinero.

—Eres preciosa, nena.

—Sí…

Las ropas pegadas a su cuerpo. Su desnudez sudada y obligada. La esquina de la habitación con olor a deseo y engaño.

La esquina de la cama que sostiene sus lágrimas maduras y silenciosas de unos ojos que fueron de niña.

1 comentari:

Pugliesino ha dit...

No puede caber mas fuerza,mas materia,mas energía,mas alma en ese momento,en ese espacio,en esa vida,en esa lágrima adherida al silencio.

Genial retrato de una realidad que necesita gritos como este poema para ser oída.

¡Un abrazo y felices Reyes!