Amigos enganchados:

diumenge, 25 de març del 2012

CC82 - El juego.


El juego fue muy lento.

Llegaron los tres con la cara oculta bajo una capucha negra. Claudia encontró la mano de Enrique, y notó el temblor que desprendía el cuerpo de su marido.

—Todo irá bien, cariño —le dijo Enrique, mientras avanzaban en fila, invidentes.

Era sencillo: podían ganar una gran suma de dinero. Las reglas, igual de simples: accederán a una habitación a oscuras y tendrán que dar vueltas sin detenerse. Entonces, darán el aviso, se detendrán, y uno de los tres participantes caerá muerto. Los otros dos se llevarán a casa una gran suma de dinero.

La noche que Enrique llegó a casa y comentó a Claudia el juego, ella creyó que estaba loco. Pero comprendió que necesitaban el dinero, y era una oportunidad que, quizá, nunca más volverían a tener. Cuando Claudia entró en la furgoneta vio por última vez el rostro de su marido, antes que les cubrieran las cabezas. Los ojos de Enrique brillaban. Los de Claudia mostraban desespero. Y sus manos no se separaron ni un instante hasta que la furgoneta se detuvo y descendieron.

Ahora se encontraban allí, en aquella habitación totalmente a oscuras.

—Caminen —se pronunció una voz por megafonía.

Claudia emprendió sus pasos con los brazos estirados, tanteando el vacío que había a su alrededor. Topó con una pared, dio media vuelta y continuó andando. Escuchaba los pasos de las otras dos personas. Una era su marido. La otra, completamente desconocida. Un leve sollozo se dejó oír entre pisadas y golpes contra la pared.

En una de las vueltas, Claudia rozó un brazo, provocando que el bello se le erizase por la sensación.

—Claudia —susurró en la oscuridad la voz de su marido—. Te quiero.

—Guarden silencio, por favor —avisaron por el altavoz —. Ya conocen las normas.

Los labios de Claudia querían traicionarla, temblando por retener las palabras que deseaba decir a Enrique. Al querer perdonarlo por la locura que les había llevado a esa rocambolesca situación.

—Cuando escuchen el ruido de la puerta —anunció la voz—, deberán detenerse, y aguantar en esa posición hasta que se les dé un nuevo aviso.

Claudia volvió a notar un roce, y alargó la mano hasta atrapar el brazo que la había tocado. La otra persona lo apartó de un tirón, haciendo comprender a la mujer que se trataba del extraño.

Entonces, la puerta se abrió sigilosa, soltando un leve quejido, que volvió a repetirse cuando fue cerrada. La joven se detuvo, como le habían ordenado, e hizo lo posible para no perder el equilibrio, pues la completa negrura se le antojaba vertiginosa. Escuchó unos pasos seguros, y el roce de un cuerpo contra la pared. La estancia se llenó de un aroma dulzón, y Claudia reconoció esa fragancia. Tenía que ser alguien con clase, se dijo, pues estaba segura de lo que costaba conseguir un perfume como ese.

—Continúen caminando —ordenaron por el altavoz.

Mientas la mujer caminaba, permaneció con los oídos bien atentos para comprender todo lo que estaba ocurriendo. Un chasquido metálico la puso en tensión, y sus piernas temblaron. Luego se oyó el fregamiento entre dos hierros y el roce férreo de un material cuando es enroscado. Claudia se hizo una imagen mental tan clara, que podía vislumbrar cómo el silenciador estaba siendo colocado en el arma.

—¡Deténganse! —gritó la voz.

Claudia quedó clavada en el suelo, aguantando la respiración, soportando el pavor que la hacía temblar por completo. Se escuchó el sonido sordo de un disparo y el impacto contra un cuerpo blando que despidió un gemido aterrador. Y otro sonido sordo, y más pesado, confirmando que uno de los otros dos cuerpos había caído al suelo. Los latidos de la mujer aumentaron hasta que se agarró el pecho con una mano. Con la otra se tapaba la boca. Sus rodillas perdían estabilidad.

Después vino el silencio, y los pasos del invitado que abandonaban la habitación, cerrando la puerta tras de sí.

Acto seguido, la sensación de soledad, pese a tener un compañero aún con vida junto a ella. Rezaba para que fuera Enrique quien guardara silencio en algún lugar de la oscuridad. Pero ese silencio se fue alargando durante un buen rato, y el corazón de Claudia bombeaba cada vez con más fuerza, clavándose en las sienes como alfileres.

—Bueno —rompió ella el silencio, presa del pánico—. ¿Y ahora qué?

La voz de Claudia era trémula, y su pregunta quedó contestada por el silencio de la oscuridad. Tenía la esperanza de escuchar una voz familiar, pero ésta no llegaba.

De pronto, la sensación térmica descendió bruscamente. El frío penetraba hacia sus pulmones en cada bocanada de aire, y un olor extraño alcanzaba a introducirse por sus fosas nasales.

Cada vez más frío.

Cada  vez más olor extraño.

Y Claudia se abrazó a sí misma para soportar la baja temperatura que no cesaba de menguar, arrodillándose en el suelo, mareada, hasta que el cerebro le dio un vuelco y perdió el conocimiento.

Despertó horas más tarde, aturdida. La luz del día cegaba sus pupilas y le martilleaba la cabeza. Buscó a tientas a su alrededor con la intención de averiguar dónde se encontraba. A su derecha, su mano topó con algo grande y duro. Cuando recobró la visión, se encontró un maletín esposado a su tobillo. Claudia se encontraba tirada sobre el follaje de un solar abandonado, que creía reconocer. Al otro lado de la parcela había otra persona en el suelo, aún adormecida, y con un maletín idéntico al suyo. Cuando esa persona recobró el conocimiento y se irguió, Claudia comprendió quién había perdido la partida, entre lágrimas.  

6 comentaris:

Rebeca Gonzalo ha dit...

Está visto que eres insuperable. 8) Grandioso, pero bueno eso ya lo sabías antes de que yo llegará aquí diciéndotelo, claro.

Besotes.

Charlie P. Raven ha dit...

De acuerdo... Me encantó! Estaba medio dormido y cansado (salgo de un examen muy pesado) pero me despertaste y llenaste de suspenso! Gran relato!

Pugliesino ha dit...

La dichosa crisis empuja hacia la muerte mientras logra transmitir la idea de que lo hace hacia la vida.
Amor, vida y muerte giran en una macabra danza, de tensión in crescendo, de nervios contenidos, de final. Ganaron los tres y perdieron los tres.
Magnífico relato \=/ \=/ invito yo que fue mi cumple :) Un abrazo!

Esther ha dit...

Impactada.
Me ha encantado el relato de principio a fin.
Yo creo que ninguno gano y todos perdieron un poco o mucho

J.L. Galán ha dit...

Debo confesar que pensé en algo parecido, pero preferí cambiar de idea. Hice bien, porque no habría estado a la altura del tuyo.

Esos juegos macabros son difíciles de ganar. De hecho las posibilidades de que salieran indemnes como pareja jugaban en su contra, siendo dos de los tres participantes.

Imagino que el dinero no les dejo pensar. Suele suceder.

Muy bueno.

Un saludo cuentacuentos.

http://www.utopiadesueños.com.es

Jara ha dit...

Era imposible ganar, la vida está preparada para peder siempre algo por el camino