El juego fue
muy lento.
Llegaron los
tres con la cara oculta bajo una capucha negra. Claudia encontró la mano de
Enrique, y notó el temblor que desprendía el cuerpo de su marido.
—Todo irá
bien, cariño —le dijo Enrique, mientras avanzaban en fila, invidentes.
Era sencillo:
podían ganar una gran suma de dinero. Las reglas, igual de simples: accederán a
una habitación a oscuras y tendrán que dar vueltas sin detenerse. Entonces, darán
el aviso, se detendrán, y uno de los tres participantes caerá muerto. Los otros
dos se llevarán a casa una gran suma de dinero.
La noche que
Enrique llegó a casa y comentó a Claudia el juego, ella creyó que estaba loco.
Pero comprendió que necesitaban el dinero, y era una oportunidad que, quizá,
nunca más volverían a tener. Cuando Claudia entró en la furgoneta vio por
última vez el rostro de su marido, antes que les cubrieran las cabezas. Los
ojos de Enrique brillaban. Los de Claudia mostraban desespero. Y sus manos no
se separaron ni un instante hasta que la furgoneta se detuvo y descendieron.
Ahora se
encontraban allí, en aquella habitación totalmente a oscuras.
—Caminen —se
pronunció una voz por megafonía.
Claudia
emprendió sus pasos con los brazos estirados, tanteando el vacío que había a su
alrededor. Topó con una pared, dio media vuelta y continuó andando. Escuchaba los
pasos de las otras dos personas. Una era su marido. La otra, completamente
desconocida. Un leve sollozo se dejó oír entre pisadas y golpes contra la
pared.
En una de las
vueltas, Claudia rozó un brazo, provocando que el bello se le erizase por la
sensación.
—Claudia
—susurró en la oscuridad la voz de su marido—. Te quiero.
—Guarden
silencio, por favor —avisaron por el altavoz —. Ya conocen las normas.
Los labios de
Claudia querían traicionarla, temblando por retener las palabras que deseaba
decir a Enrique. Al querer perdonarlo por la locura que les había llevado a esa
rocambolesca situación.
—Cuando
escuchen el ruido de la puerta —anunció la voz—, deberán detenerse, y aguantar
en esa posición hasta que se les dé un nuevo aviso.
Claudia
volvió a notar un roce, y alargó la mano hasta atrapar el brazo que la había
tocado. La otra persona lo apartó de un tirón, haciendo comprender a la mujer
que se trataba del extraño.
Entonces, la
puerta se abrió sigilosa, soltando un leve quejido, que volvió a repetirse cuando
fue cerrada. La joven se detuvo, como le habían ordenado, e hizo lo posible
para no perder el equilibrio, pues la completa negrura se le antojaba
vertiginosa. Escuchó unos pasos seguros, y el roce de un cuerpo contra la
pared. La estancia se llenó de un aroma dulzón, y Claudia reconoció esa
fragancia. Tenía que ser alguien con clase, se dijo, pues estaba segura de lo
que costaba conseguir un perfume como ese.
—Continúen
caminando —ordenaron por el altavoz.
Mientas la
mujer caminaba, permaneció con los oídos bien atentos para comprender todo lo
que estaba ocurriendo. Un chasquido metálico la puso en tensión, y sus piernas
temblaron. Luego se oyó el fregamiento entre dos hierros y el roce férreo de un
material cuando es enroscado. Claudia se hizo una imagen mental tan clara, que
podía vislumbrar cómo el silenciador estaba siendo colocado en el arma.
—¡Deténganse!
—gritó la voz.
Claudia quedó
clavada en el suelo, aguantando la respiración, soportando el pavor que la hacía
temblar por completo. Se escuchó el sonido sordo de un disparo y el impacto
contra un cuerpo blando que despidió un gemido aterrador. Y otro sonido sordo,
y más pesado, confirmando que uno de los otros dos cuerpos había caído al
suelo. Los latidos de la mujer aumentaron hasta que se agarró el pecho con una
mano. Con la otra se tapaba la boca. Sus rodillas perdían estabilidad.
Después vino
el silencio, y los pasos del invitado que abandonaban la habitación, cerrando
la puerta tras de sí.
Acto seguido,
la sensación de soledad, pese a tener un compañero aún con vida junto a ella.
Rezaba para que fuera Enrique quien guardara silencio en algún lugar de la
oscuridad. Pero ese silencio se fue alargando durante un buen rato, y el
corazón de Claudia bombeaba cada vez con más fuerza, clavándose en las sienes
como alfileres.
—Bueno
—rompió ella el silencio, presa del pánico—. ¿Y ahora qué?
La voz de Claudia
era trémula, y su pregunta quedó contestada por el silencio de la oscuridad.
Tenía la esperanza de escuchar una voz familiar, pero ésta no llegaba.
De pronto, la
sensación térmica descendió bruscamente. El frío penetraba hacia sus pulmones
en cada bocanada de aire, y un olor extraño alcanzaba a introducirse por sus
fosas nasales.
Cada vez más
frío.
Cada vez más olor extraño.
Y Claudia se
abrazó a sí misma para soportar la baja temperatura que no cesaba de menguar,
arrodillándose en el suelo, mareada, hasta que el cerebro le dio un vuelco y
perdió el conocimiento.
Despertó
horas más tarde, aturdida. La luz del día cegaba sus pupilas y le martilleaba
la cabeza. Buscó a tientas a su alrededor con la intención de averiguar dónde
se encontraba. A su derecha, su mano topó con algo grande y duro. Cuando
recobró la visión, se encontró un maletín esposado a su tobillo. Claudia se
encontraba tirada sobre el follaje de un solar abandonado, que creía reconocer.
Al otro lado de la parcela había otra persona en el suelo, aún adormecida, y
con un maletín idéntico al suyo. Cuando esa persona recobró el conocimiento y
se irguió, Claudia comprendió quién había perdido la partida, entre lágrimas.
6 comentaris:
Está visto que eres insuperable. 8) Grandioso, pero bueno eso ya lo sabías antes de que yo llegará aquí diciéndotelo, claro.
Besotes.
De acuerdo... Me encantó! Estaba medio dormido y cansado (salgo de un examen muy pesado) pero me despertaste y llenaste de suspenso! Gran relato!
La dichosa crisis empuja hacia la muerte mientras logra transmitir la idea de que lo hace hacia la vida.
Amor, vida y muerte giran en una macabra danza, de tensión in crescendo, de nervios contenidos, de final. Ganaron los tres y perdieron los tres.
Magnífico relato \=/ \=/ invito yo que fue mi cumple :) Un abrazo!
Impactada.
Me ha encantado el relato de principio a fin.
Yo creo que ninguno gano y todos perdieron un poco o mucho
Debo confesar que pensé en algo parecido, pero preferí cambiar de idea. Hice bien, porque no habría estado a la altura del tuyo.
Esos juegos macabros son difíciles de ganar. De hecho las posibilidades de que salieran indemnes como pareja jugaban en su contra, siendo dos de los tres participantes.
Imagino que el dinero no les dejo pensar. Suele suceder.
Muy bueno.
Un saludo cuentacuentos.
http://www.utopiadesueños.com.es
Era imposible ganar, la vida está preparada para peder siempre algo por el camino
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